jueves, 19 de febrero de 2009

Cochina enfermedad


Todas las noches salía al balcón del séptimo piso que compartía con su mujer y el bebé, con el firme propósito de saltar al vacío delimitado por la barandilla. Algunas noches, cuando el dolor remitía y por fin podía dormir unas pocas horas, acurrucado al calor que desprendían el cuerpo de su mujer y del bebé, se alegraba de no tener valor suficiente para acabar con su vida; otras, la mayoría, se odiaba por desear morir cuanto antes y que todo terminase.

Fracaso

Las cadenas se desprenden, por fin, como si nunca hubiesen apretados mis tobillos. La guitarra que nunca aprendí a acariciar, me observa, sin juzgarme, con un ojo rasgado por cinco cuerdas. El bolígrafo que no escribió el cuento que pretendía escribir, descansa sobre la libreta que juré no destrozar y que, ahora, permanece desnuda de hojas. Tengo ganas de llorar. Un lápiz sin afilar comparte frasco de cristal con un montón de pinturas y rotuladores huérfanos. Ella se ha ido, y no volverá nunca. Quise volar, y jamás levanté los pies del suelo. Divina inspiración, que hacías de mi un ser especial. Quisiera poder emocionar por última vez, pero mi cabeza no escucha ya a mi corazón. Mermado de facultades, mi cuerpo se postra, miserable y roto. Necesito expirar una cita brillante y genial, pero sólo me sale el miedo por la boca. Si pudierais contemplar, en este instante final, lo que os podía haber ofrecido; si sólo hubiese tenido la valentía suficiente para demostraros la belleza que era capaz de crear. Mis párpados embolsan los ojos, y mí tiempo concluye. No lloréis mi muerte, llorad mi vida.

Diario de un desahuciado

Sé que mi tiempo ha llegado a su fin. Es una sensación amarga, sí, pero la acepto en buena lid. Sin rencores. No tengo nada que reprochar. La enfermedad sólo ha hecho algo que yo no hubiera sido capaz de hacer por mí mismo. Siento que se me va la cabeza. Pronto, todo terminará. Hora de darse por vencido, y cerrar los ojos para siempre.
He vagado a la deriva durante toda mi vida. Me he convertido en lo que más me asustaba: un autómata que vive por, y para un trabajo que detesta. Alguien a quien sólo le quedan las emociones de personajes ajenos; teatros de vida, escenarios cotidianos, que, como sombras nocturnas, son consumidos por las primeras luces del alba.
Emocionalmente, hace mucho tiempo que estoy muerto. Qué más da, si ahora es mi corporalidad la que debe morir. Si tuviera algo que me atara a este mundo, quizá lucharía contra la enfermedad. Pero estoy muy cansado para enfrascarme en una dolorosa guerra que, ni tan si quiera sé, si tengo alguna posibilidad remota, o si quiero, ganar.
Los sueños, que una vez fueron el motor de mi vida, han pasado a ser las frustraciones que subyugan y niegan cualquier atisbo de esperanza.
Incontables veces, deseé gritar con todas mis fuerzas, a quienes jamás quisieron oírme. Ansié reconocer que tenía miedo —muchísimo—; que mi entereza, sólo era una pose forzada, una mascara agrietada, de quien no supo crecer como los demás.
Siempre me resultó muy curioso como las experiencias modelaban a las personas. Quién sería yo, cómo sería mi vida, si las cosas hubieran sido de otro modo, y mis elecciones hubiesen sido otras.
¿Es éste el justo pago por ser cómo soy? Nunca lo sabré. Pues el tiempo es un depredador implacable y cruel. Pero a pesar de que ya no importe, yo, sinceramente, creo que sí. Lo que no comprendo es que: si conscientemente soy capaz de aceptar la muerte, por qué no dejo de temblar.

Occidente ciego

Los pasos de la civilización son amortiguados por el ruido de las bombas. La arena del mundo se cuela por el retrete de los poderosos. El silencio latente no es más que el germen que desatará la destrucción que está por venir.
Recuerda que somos seres educados en una sociedad capitalista. Por lo tanto, la violencia y la brutalidad conforman nuestro paisaje cotidiano. Odiar al prójimo, resulta sencillo, cuando estás obligado a competir con él.
Dios hace mucho tiempo que nos retiró la palabra. Quizá todavía llora por nosotros. Pero nunca se atreverá a mostrarnos misericordia.
Me sé un chiste sin ninguna gracia:
Un niño palestino se asoma dentro del cañón de un tanque israelí. Segundos después, se precipita al suelo con la cabeza reventada. ¿De quién es víctima? ¿De un disparo que le desintegra la cabeza? No, no, qué va. Es otra víctima más del cubismo.
Lo sé, es muy malo. Ya lo advertí. Dije que no tenía gracia.
Lo que sí tiene gracia es que haya seres humanos capaces de dar la orden para que eso suceda.
A veces siento, creo, pienso, que sería mejor que se tirase de la cadena del mundo y se empezara otra vez de cero.

viernes, 13 de febrero de 2009

Matrimonio con Dios

Erase una vez una historia amoral que partía de una premisa religiosa y desembocaba en una acción deleznable. No hubo tiempo para construir una moraleja apropiada; tampoco para reflexionar sobre lo ocurrido. Y obviamente, ninguno de los que, a lo largo de los años, supieron de la historia, tuvieron el valor de contarla a un mundo cegado por valores de cera. Decidieron guardar el secreto entre muros sagrados. No fue necesario que nadie diese la orden. Todos callaron; fueron cómplices de horrores indescriptibles. Hombres y mujeres, encargados de predicar el mensaje de Dios, se negaron a alzar la mirada, contemplar el cielo y buscar una respuesta. Pues ésta podría ser inoportuna. Fe y sentido común siempre fueron conceptos enfrentados. ¿Qué otra cosa podían hacer? Nadie les avisó que una erección podía subsistir tras contraer nupcias con el Todopoderoso. Creyeron que el amor por Dios sería suficiente para paliar la lívido. Nunca pensaron que el deseo pudiera trastornarles de ese modo. Hasta el hombre más recto es capaz de transformar un acto de amor en una aberración cometida a hurtadillas. Ocultos sus rostros bajo caretas angelicales, fingían ser ángeles sobre la tierra. Pero sólo eran seres humanos que no conocían el amor de la carne. Dios lo entendería, pensaban, henchidos de rabia, pues Él, es misericordioso con aquellos que le sirven; y sus jóvenes monaguillos, bueno, tendrían que aprender a vivir con lo que habían hecho durante el resto de sus vidas y esperar que su dolor espiritual cicatrizase junto con las heridas provocadas por el Diablo.

jueves, 12 de febrero de 2009

DEXTER

DEXTER es la nueva serie protagonizada por Michael C. Hall.

A mí, en un principio, la premisa me parecía original, y que uno de los realizadores hubiera estado involucrado en "A dos metros bajo tierra", como era el caso de Michael Cuesta, me hacía pensar que, a priori, la serie podría ser cuanto menos interesante.

Pero no sabía cómo iban a tratar un tema tan complejo. El que fuera una mierda o una obra maestra -porque no creía que pudiera haber un término medio-, dependía de cómo trataran el tema y cuán interesante fueran los personajes.

Tenía miedo de llevarme una decepción. Debido a lo cual, tardé en verla. Cosa de la que me arrepiento. Pues, cuando decidí darle una oportunidad, me enganché. Quedé atrapado por el personaje de Dexter.

La serie lo tiene todo, y sobre todo tiene a Michael C. Hall, quien hace posible un personaje tan difícil como el que interpreta. Con cualquier otro actor, dudo que Dexter hubiera sido lo mismo.

Recomiendo verla en versión original, por dos razones fundamentales. Primero, porque Michael C. Hall es un actor fuera de lo normal y su interpretación es tan sutil que necesita tanto de su gesto como de su voz; y segundo, porque, como transcurre en Miami, muchos personajes hablan en español. Ah, y hay una tercera razón, dos de los personajes más interesantes tienen un doblaje que no les hace justicia.

Una serie imprescindible.

BABYLON 5, de Stracinsky -cinco temporadas y varías películas-.

Babylon 5 es una de mis mayores debilidades. No podré negar que tiene algunos altibajos, pero es una autentica pasada. Tiene unos diálogos dignos de ser memorizados, cargados de actualidad, sobre todo durante las reuniones diplomáticas a las que asistimos. Trata temas como el honor, la culpa, el destino, la humanidad, el perdón, la guerra... todo ello aderezado con kilos y kilos de space opera.

¡Un clásico de la ciencia ficción!

Un consejo, si veis la primera temporada y no os acaba de convencer, darle una oportunidad a la segunda, porque a partir de hay la serie comienza a tejer una trama increíble, plagada de épica y dolor.

THE WIRE, de David Simon -cinco temporadas-.

Esta serie nos cuenta el día a día de una unidad policial, creada, es proceso, para satisfacer los deseos de un fiscal demasiado ruidoso. Esta unidad policial pretende dar caza al hombre que controla el tráfico de drogas en Baltimore, frente a la oposición vedada de políticos y superiores —pues hay muchos intereses en juego—.

El episodio piloto me pareció flojo, y los dos capítulos siguientes mantuvieron el mismo lastre. Aunque siempre aparecían destellos de calidad, y cada episodio era bastante mejor que el anterior.

Eso, sumado a que estaba producida por la HBO -creadores de obras maestras como "Los Soprano", "Roma" y "A dos metros bajo tierras"-, me indujo a pensar que quizá sólo era una cuestión de rodaje.

Por fin llegó el episodio redondo que esperaba; y a partir de ahí, no pude parar.

Una serie capaz de captar la belleza que contemplan los ojos de un drogadicto desahuciado, sentado en un banco del parque, durante un día soleado, al mismo tiempo que nos trasmite la angustia y el dolor que sufre, merece ser vista.

Además, se une a la fiesta Tim Van Patten, quien ha dirigido los mejores episodios de “Roma” y “Los Soprano”.

Aviso para navegante: No se os ocurra verla doblada. Yo vi el piloto así, y ese fue uno de los motivos por los no acababa de convencerme. A partir del tercer episodios, pude verla en versión original subtitulada, y quedé fascinado con las interpretaciones.

CARNIVALE, de Daniel Knauf -Dos temporadas-.

Carnivale” la encontré tras horas buscando una serie que pudiera interesarme. Porque estaba viendo series muy realista y necesitaba algo de misticismo o irrealidad con la que poder nutrir mi cerebro.

Por aquel entonces, estaba leyendo cosas de Clive Barker y reencontrándome con el género de terror gracias a las noches insomnes y calurosas de verano, las cuales parecen exigirte que veas una peli de dicho género, así que la elección parecía lógica: Necesitaba una buena serie de terror.

Me paré a pensar y, como siempre ocurre, a partir de “A dos metros bajo tierra”, indagué en la filmografía de los guionistas y directores que participaron en la misma.

Pronto encontré que la HBO -panteón de las mejores series- sacó una serie ambientada en los años de la depresión americana, que no sólo era de terror, sino que contaba las andanzas de un circo de monstruos –un autentico Freak show- que vagaba por un país sucio, pobre y polvoriento. ¡¿Qué más podía pedir?!

Daniel Knauf —creador de la misma—, rodeándose de guionistas fantásticos, como Dawn Prestwich y William Schimidt, y un elenco de grandes directores; tales como Rodrigo García —“A dos metros bajo tierra”, “Nueve vidas” o “In treatmen”—, Jack Bender —“Perdidos” o “Los Soprano”— y Jeremy Podeswa —“A dos metros bajo tierra”- ha conseguido un serie de una excelente calidad.

El único pero que se le puede poner a este producto fantástico, es el hecho de que, debido a lo caro que resultaba rodar cada episodio, la HBO decidiera cancelarlo en la segunda temporada; provocando así, que el ritmo pausado y contemplativo de la primera temporada, el cual permitía que la trama principal se fuera desarrollando de forma natural, a medida que se profundizaba en los personajes gracias a las subtramas, se viera incrementado en exceso. Siendo la segunda temporada, terreno exclusivo de la trama principal.

Aún así, ésta es una serie muy recomendable, tanto para aquellos que disfrutan de series introspectivas, al estilo “A dos metros bajo tierra”, como para aquellos que buscan ambientes más psicodélicos y siniestros, a lo David Lynch —incluso sale Michael J. Anderson, actor fetiche de este genial director—.

FIREFLY, de Joss Whedon -catorce episodios y una película-.

Después de haber vuelto a ver los tres primeros episodios de la saga de Star Wars en DVD, y tras llevarme una gran decepción con la cuarta entrega de Indiana Jones, no me queda más remedio que desdecirme y reconocer que sí, efectivamente, la luz de George Lucas —quien para mí fue un visionario del séptimo arte—, se ha apagado hasta casi extinguirse.

En el caso de las nuevas películas de Star Wars, uno tiene que tragarse horas y horas de metraje para atisbar apenas unos minutos de la magia de la primera saga que se rodó. Y en la cuarta parte de Indiana Jones, la infamia alcanza cotas sangrantes, y más, si uno se entera de que George Lucas rechazó el guión de un excelente director y guionista, llamado Frank Darabont, cuya última película -La niebla- es un digno ejemplo de cómo hacer buen cine de entretenimiento, para ofrecerle el trabajo de guionista a un tan eficaz, técnicamente, como soso y falto de imaginación, David Koepp.

Os preguntaréis a qué viene esta introducción tan extensa, si nada tiene que ver con la serie de televisión en cuestión. Pues viene a cuento, y tiene que verlo todo. Me explico. Joss Whedon nos deja muy claro que él, y sólo él, hubiera sido el hombre adecuado para escribir y realizar los nuevos episodios de la saga de Star Wars. Basta con visionar esta serie, de la que estamos hablando, para darse perfecta cuenta de ello.

Firefly es una serie de televisión que tienen toda la emoción, diversión y aventura de la que carecen las nuevas películas de Star Wars. La serie dedicada a narrar las aventuras del comandante Malcom “Mal” Reynolds y su tripulación se asemejan a lo que hubiera sido una serie que contara las tropelías de Han Solo y Chewaka con su Halcón Milenario.

Así que si alguien echa de menos lo que sintió al ver la primera saga que se rodó, allá por finales y principios de los setenta y ochenta, que suba abordo de la "Serenity".

Ah, para finalizar sólo añadir que, como ocurre demasiado a menudo, los productores no tuvieron ninguna fe en el proyecto, desde un principio, y acabaron por cancelar el programa tras una única temporada.

Los acontecimientos narrados en la película Serenity suceden después del último episodio de la serie de televisión. No cometáis el error de verla antes.

"Wallander", protagonizada por Kenneth Branagh -tres capítulos-.

Un maravillo Kenneth Branagh se enfunda el rostro cansado, demacrado y enfermo de un policía escandinavo llamado Kurt Wallander.
No he tenido oportunidad de leer las novelas de Mankell -escritor del betseller suizo en el cual se basan los episodios-, asi que desconozco si las adpataciones de sus narraciones han sido fieles o no a los libros existentes. Lo que sí puedo asegurar, sin la menor duda. Es que la interpretación de Kenneth Branagh de Kurt Wallander es portentosa. Rica en matices, silencios y palabras. Lo que dota al personaje de una complejidad fasciante.
Las tramas detectivescas, aunque bien urdidas, pasan a un segundo plano, ante las emociones de un personaje que siente que su vida va a la deriva y no se siente con fuerza de luchar para evitarlo. Dicho esto, uno no puede más que quitarse el sombrero y disfrutar de los tres capítulos de aproximadamente 90 minutos de duración que existen por el momento.

Imprescindible verla en versión original subtitulada.