martes, 8 de mayo de 2012

"El hombre sin pasado" (Ajeossi), de Lee Jeong-beom




UN POEMA ÉPICO DE PERDEDORES, UNA PELÍCULA DE ACCIÓN A RAUDALES.


Cuando uno empieza a preguntarse si su pasión por el séptimo arte comienza a languidecer, pues la mayoría de los títulos occidentales –y en mayor medida los venidos desde Hollywood- no suelen llenarle y la indiferencia se torna un sentimiento predominante al abandonar las salas de los cines o al levantarse del sofá, después del visionado de una película, no existe mejor remedio que volver los ojos hacia Asia; en esa parte ignorada del mundo se están tejiendo unas interesantísimas filmografías, cuyo único defecto es no disponer de la promoción y la distribución de occidente.

Desde hace años un grupo de cineastas coreanos están convirtiendo la filmografía de su país en una fuente inagotable de buen hacer. El cine coreano –al menos en lo que se refiere a talento– goza de una salud envidiable y cada año se estrenan unas cuantas grandes películas.

Aquellos que vemos en el cine sin prejuicios, estamos siendo testigos de un momento histórico; nos encontramos ante una generación de directores que probablemente se convertirán en los principales referentes de las próximas generaciones.

Si los cineastas de USA tuvieron a la filmografía francesa e italiana como espejo en el que reflejarse –y en menor medida, la japonesa, con Yasujirō Ozu o Akira Kurosawa como máximos exponentes-; y luego los europeos y los japoneses, a su vez, se fijaron en los cineastas norteamericanos de USA. Las próximas generaciones de cineastas de todo el mundo tendrán que fijarse, sin ningún género de dudas, en la brillante oleada de directores coreanos independientes –en el ámbito intelectual, no financiero– que están surgiendo en estos inicios del siglo XXI. 

 

En efecto, la ola que está pasando ahora, y que muy pocos parecen ver, a falta de un nombre rimbombante, acabará por estudiarse en las escuelas de cine. En un futuro cercano, sin no se comete una injusticia atroz, no nos resultarán tan exóticos y desconocidos nombres como Park Chan-wook (“Oldboy”, 2003), Kim Ki-duk (“Hierro 3”, 2004), Ji-woon Kim (“Encontré al diablo”; I Saw The Devil, 2010),  Bong Joon-Ho (“Mother”, 2009), Na Hong-jin Chugyeogja (“The Chaser”, 2008) o el director de “El hombre sin pasado” (The Man From Nowhere, 2011):  Lee Jeong-Beom.


Por desgracia, solo nos llegan las películas asiáticas de los directores que triunfan en los festivales más populistas, obligando a aquellos que sentimos predilección por el nutrido grupo de extraordinarios cineastas que ruedan allí, a buscarnos la vida para poder ver alguna de sus impresionantes películas.

Menos mal que aún existen ciclos como el de la Filmoteca de Madrid, donde este año hemos podido disfrutar de unas semanas de cine dedicadas a Hong Kong y a Corea del Sur.

Pero la vida comercial de los filmes asiáticos en las carteleras es exigua. Por lo que los amantes de sus filmografías –y del cine en general– no podemos más que frotarnos las manos y agradecer que distribuidoras como “Mediatres estudio” arriesguen y nos traigan películas de una calidad elevadísima, como el caso que nos ocupa: “El hombre sin pasado”.

“El hombre sin pasado” es una hermosa y lírica historia de amistad entre un hombre que ha perdido las ganas de vivir y una niña que no entiende el mundo cruento donde ha nacido. Redención y amor van de la mano en un drama de acción que hace de la contención y la sobriedad sus principales virtudes; salpicados de un humor sutil y que no entorpece la trama.

En esta película nadie proclama a los siete vientos lo mal que lo está pasando, basta un plano de los ojos de la niña o del hombre “corriente” al que hace mención el título original para que los espectadores sientan en carne propia toda la angustia y la desesperación con la que viven, o que entiendan el férreo sentido del honor que albergan incluso los personajes de dudosa moralidad que los acompañan en una persecución hacia la muerte y el perdón.

“El hombre sin pasado” es una película de acción reflexiva, con repentino estallidos de violencia explícita; no porque se vea, sino porque se siente casi de forma literal. La épica impregna cada uno de los fotogramas de la cinta. No obstante, el personaje principal no es más que un Ronin moderno en busca de redención.


Las interpretaciones, sobre todo de la pareja protagonista, son excepcionales. Kim Sae-Ron, quien ya nos rompió el corazón con su interpretación de una niña abandonada por su padre en “A brad new life”, conmueve con su sola presencia. Y Won Bin, en un papel completamente diferente al de “Mother”, es capaz de parecer el tipo más letal del mundo y el más bondadoso en función de las necesidades de la historia, en una mezcla compleja y explosiva.

Resulta fascinante como Lee Jeong-Beom planifica las vistosas y elegantes secuencias de acción. A pesar de todos los desplazamientos que se dan al mismo tiempo, dentro y fuera del encuadre, tanto de personajes como de objetos materiales, el espectador sabe donde están ubicados los personajes implicados en el conflicto y nunca surge la confusión.

Nadie debería dejar pasar esta brillante película de acción.

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