“Looper” no cumple con las
enormes expectativas que había suscitado.
La premisa de la película es
muy interesante y se le podía haber sacado mucho partido. Rian
Johnson, guionista y director de “Looper”, nos muestra un mundo
donde el tiempo es líneal y los cambios que se producen, tras viajar
atrás en el tiempo, no provocan una paradoja temporal y el consabido
nacimiento de una nueva realidad alternativa, sino que literalmente
cambian los acotencimientos que se darán en el único futuro
posible. Lo que permite explorar un sinfín de posibilidades
argumentales a cada cual más apasionante, así como responder a las
preguntas morales que todos nos hemos planteado alguna vez.
En la película se nos plantea
el dilema ético de si está justificado asesinar a alguien que será
el resposable del sufrimiento y el dolor de miles de personas antes
de que lo haga. De tener la posibilidad de acabar con la vida de un
genocida, ¿lo harías? ¿El destino es inevitable? ¿Sacrificarías
la vida de un niño inocente que sabes a ciencia cierta que se
convertirá en un monstruo cuando alcance la edad adulta? ¿Qué
precio tienes que pagar por ser la mano ejecutora de una acción tan
horrible? ¿Los monstruos nacen o se hacen? ¿Matar es la única
opción o el futuro se puede alterar de otras formas?
Para poner en tela de juicio
dichas cuestiones morales e intentar indagar en el alma humana, así
como tratar con cierto pudor temas actuales como son las diferencias
sociales y la crisis mundial que sufrimos, Rian Johnson nos presenta
un futuro tecnológicamente no muy lejano al nuestro e introduce a
los Looper; hombres jóvenes que trabajan para un misterioso hombre
del futuro y que se encargan de asesinar y luego hacer desaparecer
los cuerpos de las personas que les envían, desde el año 2072 al
2042, gracias a una máquina del tiempo con el propósito de borrar
cualquier rastro de su existencia. Johnson opta por no explicarnos la
teoría que permite los viajes en el tiempo, sino que utiliza la
máquina temporal como elemento narrativo y se centra, con mayor o
menor acierto, en contarnos una historia de personajes; lo cual es de
agradecer, pues son muchas las películas que hacen aguas por tratar
de darle una explicación científica a elementos fantásticos.
Joe es un Looper -más por
“casualidad” que por elección- que pretende conseguir el
suficiente dinero como para poder empezar una nueva vida en otro
país; lo que podría alterar su futuro y el de otros de una manera
drástica en función del destino que elija. Tanto él como el resto
de sus colegas son aparentemente conscientes de que en algún momento
tendrán que cerrar el bucle; que no es otra cosa que asesinar a su
yo futuro -otro concepto interesantísimo que no está lo
suficientemente explotado en el filme-. Pero, claro, no es lo mismo
saber que eso puede llegar a suceder si se dan una serie de
circunstancias, a que suceda realmente y tengas que enfrentarte al
hecho de tener que asesinar al hombre en quien te vas a convertir
dentro de treinta años.
El ambiente de serie negra en
su presentación y su nudo y de western crepuscular en su desenlace
están bien conseguidos. Sin duda, lo mejor de la película es la
impresionante intepretación que Joseph Gordon-Levitt hace del Joe
joven. A quién habrá que seguir con atención, pues parece estar
creciendo de una forma espectacular como interprete, y no sería
extraño que en breve fuese uno de los actores más importante de
Hollywood; talento y presencia le sobran.
Su interpretación es una
lección magistral de lo que significa actuar; no se vale
exclusivamente de sus recursos interpretativos y de un acertado
maquillaje y vestuario para dar vida a su personaje, sino que
mimetiza de una forma soberbia a Bruce Willis para que nos creamos
que ambos son la misma persona con treinta años de diferencia.
Joseph Gordon-Levitt utiliza los registros de voz, ademanes, gestos y
miradas propias de Bruce Willis, sin caer nunca en la caricatura.
Solo se pierde un poco el
efecto de que son la misma persona cuando ambos actores comparten
plano y se nota que Bruce Willis es más corpulento y alto, a pesar
de que normalmente estén sentados, se juegue con el plano contra
plano, el tiro de cámara y la posproducción digital.
Bruce
Willis, quien parece estar viviendo una segunda juventud -como sus
compañeros/rivales del cine de acción de los ochenta y los
noventa-, no tiene ningún problema en reírse de sí mismo y
parodiarse en algunos momentos y nos ofrece una interpretación
contenida y solvente, muy en la línea de “Pulp Fiction”.
Lo
más divertido de la película son los guiños a otras películas de
Bruce Willis y los intercambios de pullas entre un Joe joven y su
envejecido yo del futuro; las cuales nos hacen coómplices a los
espectadores en un juego metalingüístico
entre el público, los actores reales y los personajes ficticios.
Por
desgracia, y esto no es tanto un problema de él, como de un guion
correcto, previsible, con escasa profundidad y necesitado de bastante
más brío, la trama pierde interés a medida que Bruce Willis
comienza a ganar presencia en el metraje y Joseph Gordon-Levitt debe
compartir protagonismo con su yo envejecido.
Lo
peor de la película es lo poco que se aprovecha la presencia de un
excelente interprete como Jeff Daniels, quien cuando quiere y le
dejan demuestra que es un actor capaz de efrentarse a papeles
drámaticos con muchísima solvencia; el deficiente desarrollo de la
trama, la cual parece avanzar a trompicones y desinflarse en algunos
momentos; el nulo desarrollo de los personajes secundarios y ciertos
comportamientos forzados que no tienen otra justificación que la de
hacer que ocurran cosas que de otro modo no podrían darse -sirva de
ejemplo toda la relación entre el Joe joven y la madre del niño.
Y
lo que más perjudica a la calidad del filme, el nefasto y
anticlimático uso de la cámara lenta y el montaje por parte de Rian
Johnson en los momentos aaparentemente más intensos, épicos y
dramáticos. El montaje de las secuencias de acción que se
desarrollan en la granja donde viven el niño que parece estar
destinado a convertirse en un monstruoso asesino y su madre rozan el
ridículo. Es como si el director hubiese querido emular la épica de
Nolan al dirigir la acción ralentizada de alguna de las
espectaculares secuencias de acción de “Origen” y no hubiese
sido capaz.
El final, aunque coherente, es bastante frío y
tramposo; dejando al espectador con la sensación de “¿Ya? Pues
vale”.
“Looper”
es una película que podía haber sido una gran película, pero que
debido a la falta de atrevimiento y autoría del director y guionista
del filme acaba resultando un producto pasable -como “Los
sustitutos” o “Red”; por citar dos ejemplos- del que se puede
disfrutar si el listón de exigencia del espectador se coloca muy
bajo.