martes, 20 de agosto de 2013

The Lords of Salem



PELÍCULA NO APTA PARA TODOS LOS ESPECTADORES

Rob Zombie se desprende del lastre artístico que supone asumir la dirección de un remake y se transforma en un autor total en este filme sobre brujería, aparentemente pequeño, que exuda una atmósfera malsana, marca de la casa, y de las cientos de influencias de la cultura popular que el escritor, guionista, director y estrella del rock ha ido fagocitando de forma inconsciente a lo largo de su vida. El remozado no perjudica en ningún momento a esta obra tan personal como demencial; al contrario, le sienta de maravilla, construyendo algo realmente personal y único. Y quizá por eso mismo, sea este su filme más redondo. Aunque sus elementos más logrados y sugerentes pueden no ser del agrado de muchos espectadores.
El espectador necesita implicarse, y no limitarse a ser un sujeto pasivo, para poder “disfrutar” plenamente de la experiencia visual y emocional que nos propone Rob Zombie. Como ocurre con los filmes más personales de David Lynch, si el espectador no logra conectar con los engranajes internos de la historia y se ve incapaz de identificarse con las experiencias sensoriales que sufren los personajes, le puede parecer todo una soberana bobada. Y no digamos ya, si alguno se siente ofendido por la profusión de imágenes religiosamente satánicas que inundan el film.
En el caso de quien escribe estás líneas; no solo entré de forma absoluta, sino que quedé hipnotizado por la imaginería de un filme donde el exceso narrativo se mezcla con las experiencias más íntimas del ser humano.
Resulta curioso como pueden atisbarse influencias tan dispares como David Lynch, Alejandro Jodorowsky, Luis Buñuel o Tobe Hopper, por citar solo unos cuantos referentes de los cientos que cohabitan en el celuloide de un filme que probablemente alcanzará la aureola de película de culto.
Obviamente, siendo un músico quien está detrás del guion y la dirección, la banda sonora adquiere una preponderancia significativa. El rock sinfónico y el tono característico, tanto de sus vídeos como de otros grupos musicales, se entremezcla con secuencias oníricas y perturbadoras que se nutren de un aspecto visual que mezcla el sexo y la brujería con la religión católica.
Se nota que nos encontramos ante un director que crece como autor ante cada secuencia. Son muchas las imágenes que quedan grabadas en nuestra memoria tras el visionado de la cinta, y eso no está al alcance de muchos directores vivos.
Como ya hemos mencionado de pasada, destaca por encima de todo una especie de grandilocuencia contenida. Por raro que pueda sonar, Rob Zombie rueda tratando de mitigar su tendencia al exceso; y ese difícil equilibrio, hace de este filme inclasificable un ejemplo práctico de cómo no se necesitan multitud de planos para componer una escena que desborde energía emocional.
Al contrario que ocurre con el cineasta Abel Ferrara, cuyos paralelismos entre este filme y los del italoamericano son palpables, Rob Zombie nos muestra imágenes de carácter religioso desde el punto de vista de un no creyente. Lo que le permite retorcer y darle un aire insano a los iconos sin tener problemas de conciencia. Abel Ferrara es un católico que se siente pecador, y dicha condición le atormenta; Rob Zombie es una estrella del Rock que se siente cómodo blasfemando y solo le importa Dios como antítesis de Satanás.
Es de agradecer que el final de “The Lords of Salem” esté acorde con el desarrollo del filme y que no ocurra como en otros, donde las explicaciones y los giros característicos dilapidan el resultado global del largometraje.
En definitiva, nos encontramos ante una película que se convertirá en película de culto para una minoría y que probablemente será repudiada por la mayoría.
Solo el tiempo dará y quitará razones.