miércoles, 14 de diciembre de 2011

Almas condenadas, de Wes Craven


La película es un fiasco, y de los grandes. No tiene nada digno de ser reseñado. El guion es previsible, la trama anodina, los diálogos absurdos y los personajes planos y faltos de carisma.

Esta nueva incursión en el género de terror no aporta absolutamente nada. No es más que un compendio de cosas ya vistas.  Y lo más sangrante es que quien se encuentra al frente de la dirección no es ningún recién llegado, al que se le pueda perdonar haber realizado un film insufrible, sino que se trata del mismísimo Wes Craven —quien parece empeñado en destrozar la reputación de cineasta de culto que se ganó a pulso con sus primeros títulos.

Es una pena contemplar como quien fue considerado uno de los maestros del fantástico, intenta imitar descaradamente el estilo visual de sus aventajados pupilos, como si no entendiera que Rob Zombie o Alexandre Aja —por citar dos de los más destacados— han aprendido a hacer cine viendo sus películas y la de sus otros coetáneos —como Tobe Hopper o John Carpenter—, y que copiar su estilo resulta, cuanto menos, aberrante. A no ser, claro, que Craven haya perdido el rumbo y no sepa qué hacer con su carrera.

Adaptarse o morir, debe pensar el director americano.

Basta contemplar la escena inicial —indigesta y torpe— para darse cuenta de que va a ser difícil mantenerse los ciento siete minutos que dura la película sentado en nuestra butaca, y no salir espantado de la sala donde se proyecta la película.

El asesino en serie pretende estar a la altura de los clásicos, y para ello le han dotado de un aspecto similar a estos —un hombre corpulento, ataviado con una gabardina sucia y raída, portando una atractiva y peculiar navaja, con una larga y grasienta caballera y el rostro grotescamente deformado—, y no les llega ni a la suela de los zapatos. Ojalá lo hubieran hecho mudo también, pues tiene las líneas de diálogo más bochornosas de todo la cinta.

Los personajes se ajustan a los estereotipos de las películas americanas de adolescentes. El grupo de chicas monas y malas; el capitán del equipo de fútbol, y matón en sus ratos libres; la típica chica con aspecto de animadora, que se va con las malas, pero que en realidad es buena y le gusta el supuesto perdedor, interpretado por un chico guapo que quieren hacernos pasar por el alumno feo y marginado del instituto; el mejor amigo de éste, cuya relación con su progenitor es una mera excusa para justificar las fallas de un guion caprichoso, y quien se supone que se encarga de aportar el tono cómico a la trama, soltando una ristra de comentarios tan graciosos como indigestos; los dos amigos que sólo sirven para rellenar; la chica apocada y la fanática religiosa… y otros tantos —el policía, la madre preocupada, el director, etc.— tan planos como los nombrados anteriormente.

Por desgracia, nos encontramos ante una película mediocre que, por desgracia, tendrá una segunda entrega si hace dinero.

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