A muchos nos bastó con visionar los primeros minutos de esta bizarra e interesante película, para darnos cuenta que nos hallábamos ante un material realizado por un director destinado a convertirse en una referencia dentro del género de terror. Y si bien es verdad que “Posesión Infernal” no es para nada una película redonda –como suelen ser la mayoría de las óperas primas—, no es menos cierto que la cinta en cuestión es un maravilloso alegato de las cualidades innatas, y aún sin explotar, de quien estaba en ciernes de convertirse en un excelente autor.
A principios de la década de los ochenta, Sam Raimi, sin apenas dinero, acompañado por un reducido grupo de actores desconocidos y de sus —ya por entonces— inseparables amigos –el productor Robert Tapert y el actor Bruce Campbell—, decidió jugársela, y se marchó a Tenesse, con el propósito de rodar una pequeña película de terror, cuya acción se situaría en una cabaña abandonada, ubicada en medio de un bosque de aspecto lúgubre.
La trama elegida para lo que iba a ser su ópera prima no podía ser más simple: una pandilla de amigos deciden viajar a una cabaña aislada y su curiosidad provoca que entes endemoniados accedan a nuestro plano de existencia y siembren el caos y la destrucción allá por donde van.
Analizando la película, uno llega a la conclusión de que todos los implicados en el proyecto tenían muy claras las ideas con respecto a lo que iban a hacer. El guión está escrito con el único objetivo de poder llevarse a cabo; sin alardes. Una historia sencilla y directa. Pocos actores. Textos cortos y fáciles de decir; los cuales no ralenticen en ningún momento la filmación o provoquen el desperdicio del bien más preciado de una producción —la película—. Efectos físicos que puedan realizarse de forma barata, pero que sorprendan al espectador. Una o dos localizaciones; no más. Situar la trama en espacios reales, los cuales no necesiten ser recreados. Valerse de la oscuridad para disimular los defectos de producción. Y por último, pero no menos importante, convertir la historia en una fiesta gore —plagada de excesos, sangre y fluidos caseros—, con el propósito de atrapar la atención de los espectadores y que su película no deje indiferente a nadie.
Cierto es, que el factor suerte tuvo mucho que ver en su posterior éxito comercial. La película debe gran parte de su buena recepción entre el público, a que se estrenó en una época en la que el video estaba en auge y los productores veían en la venta y alquiler de cintas de video una suculenta y nueva fuente de ingresos a explotar. Pero si uno analiza, como ya he mencionado anteriormente, con algo de detenimiento la cinta, y escucha a quienes trabajaron en ella, se da cuenta de que todos los miembros del equipo pusieron todas sus energías al servicio de la película. El fracaso hubiera supuesto, probablemente, que Sam Raimi jamás hubiese podido dedicarse al mundo del cine.
Pero la inteligencia se torna superflua, sin el apoyo del instinto y el talento. Y de ambos, ya andaba sobrado Sam Raimi, por aquella época. El virtuosismo que demuestra con la cámara, que él mismo maneja; así como el deliciosos montaje y sonorización de la película, permiten que un material rodado de forma amateur, cobre en la pantalla una fuerza e intensidad cinematográfica fuera de lo común. A lo largo del metraje se suceden secuencias de cine en estado puro.
Aún hoy, resulta increíble como un director novel fue capaz de dominar y manejar con semejante precisión el tempo de una secuencia. Fascinante el sonido de las vigas cuando la cámara cenital sobrevuela por encima de la cabeza de uno de los personajes acosado por los espíritus malignos. En definitiva, la película es un magnifico ejemplo de cómo se pueden crear picos de tensión y pavorosas atmósferas, gracias a un buen montaje. Raras veces se ha conseguido transmitir con tanta crudeza y de forma tan visceral la sensación de asedio, como en el caso que nos ocupa.
Poco importa que los personajes sean simples esbozos o que las actuaciones no estén a la altura —a excepción, claro, del genial Bruce Campbell —, porque lo que engancha de esta película es cómo te están contando lo que sucede, y no lo que sucede en sí.
La falta de medios fue un factor fundamental para que un director con unas ganas locas de rodar, se convirtiese en una maquina creativa invencible, empleando ingentes cantidades de creatividad y talento y, sobre todo, arrogancia y falta de conciencia, para sortear, uno a uno, todos los obstáculos que le salían al paso. Basta señalar, como ejemplo de ingenio creativo, las distintas secuencias subjetivas de la presencia malsana e invisible que merodea la casa y se mueve entre los troncos del bosque, acechando a los ingenuos adolescentes —y que, desde entonces, tantos directores han “homenajeado”—, fue rodada situando la cámara encima de una carretilla.
Más tarde, vendrían dos secuelas más, pero eso, como dice un hermoso libro, ya es otra historia.
Plenamente de acuerdo.
ResponderEliminarAdemás, es un placer descubrir como Sam, en sus películas posteriores, de muuucho más presupuesto, siempre ha mantenido la frescura, las ideas y la energía que ya se le veían aquí. Fijémonos en Drag me to hell, por ejemplo, que no está en realidad tan alejada de ésta en espíritu, y tiene sólo un año y pico.
Tienes razón, amigo Pedro. A mi Drag me to hell me parece una deliciosa vuelta a los orígenes. Tiene la energía de una ópera prima, pero con la libertad y el presupuesto que sólo puede conseguir un director consagrado.
ResponderEliminarEsta película para mí va muy ligada con el corto de Corruption productions "El Cosmonauta". Ya que fue después de ver esta película, a las ¿3? de la madrugada cuando decidimos ponernos a rodar un corto de ciencia ficción sin ningún presupuesto, quizá animados por lo que habíamos visto. Me pregunto a cuantas otras personas habrá animado esta película a hacer cine. Nuestro corto no tiene nada que ver con la película pero os recomiendo un visionado en nuestro blog. Un saludo "Soñador", sigue así.
ResponderEliminar¡¡Es verdad!! No me acordaba que el día que os la puse para que la viérais Álvaro y tú, luego acabamos rodando. Empezamos a rodar a eso de las dos, creo; y acabamos sobre las cuatro, si no me falla la memoria.
ResponderEliminarA mí "Evil Dead" me recuerda a los tiempos de la infancia y del Video Club, y a mi hermano, claro. Ya que era una de las típicas pelis que supuestamente no podía ver, que él, cuatro años mayor que yo, traía y veíamos los dos. Luego la grabé de la tele en una cinta VHS y la vi hasta la saciedad. otra dos pelis que recuerdo que trajo del Video Club mi hermano, aunque también puede ser que se la prestara un amigo, fueron "La naranja mecánica" y "Mal gusto".
Gracias por hacerte seguidor de mi blog de vez en cuando me veras por aqui.
ResponderEliminarSaludos Outsider
De nada, amigo. Me encanta el cine de animación. Nos leemos.
ResponderEliminarUn saludo.